Al parecer, esta costumbre la tomó la Iglesia de los romanos y la incluyeron en la celebración de la Epifanía, que recuerda la revelación de Jesús a los Reyes Magos; esta tomó fuerzas durante la Edad Media y llegó a México en los primeros años del virreinato. En México, a la rosca de reyes se le acompañó con el chocolate, y se fundieron una vez más lo indígena con lo español. Una rosca se caracteriza por su forma redonda, sin embargo, en México, posiblemente porque cada vez eran más los invitados a la merienda, la rosca de reyes fue adquiriendo poco a poco una forma ovoide con el fin de que fuera más grande y alcanzara para todos los asistentes. No se sabe a partir de cuándo se comenzó a esconder dentro de la rosca un niño dios de porcelana, pero lo que sí se sabe es que quien encontrara al niño, automáticamente se convertía en el padrino de este. Una de las obligaciones del padrino era llevar al niño desde la casa en donde se cortó la rosca a la iglesia más cercana para ser bendecido el 2 de febrero, día de la Candelaria. Según algunas fuentes, en algunos lugares de México se tenía por costumbre guardar en la rosca un anillo y un dedal; esto significaba para quien encontrara el anillo, boda próxima, y soltería, por lo menos de un año, a quien encontrara el dedal. Actualmente la partida de la rosca de reyes ha contribuido a establecer lazos de convivencia en los centros de trabajo, puesto que esta tradición se ha hecho extensiva y ha dejado de ser exclusiva del ámbito familiar. La tradición de los «Reyes» termina con la tradición de la «partida de la rosca», pero esta a su vez se enlaza con la del día de la Candelaria.