Gran poeta mexicana del virreinato de Nueva España, cuyo verdadero nombre era Juana Ramírez de Asbaje. Aprendió a leer y escribir a los tres años; estudió en la biblioteca de su abuelo y a los ocho años escribió una loa eucarística. Muy joven viajó a la ciudad de México, donde estudió latín en sólo 20 lecciones. En 1665 entró en la Corte al servicio de la virreina, doña Leonor Carreto, marquesa de Mancera. Allí fue venerada por su inteligencia, memoria y discreción. Instigada por su confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda, en 1667, sor Juana decidió ingresar en el convento de San José de las carmelitas descalzas, para poder dedicarse al estudio. Más tarde, abandonó este convento por enfermedad, pero en 1669 ingresó de forma definitiva en el convento de San Jerónimo de la ciudad de México, donde permanecería el resto de su vida. Sor Juana reunió una valiosísima biblioteca que llegó a tener unos 4 000 volúmenes y adquirió conocimientos de las más diversas disciplinas: teología, astronomía, pintura, lenguas, filosofía y música. Su época más fecunda comienza en 1680 con “Neptuno Alegórico”, obra magnífica que le abrió las puertas del palacio y la convirtió en la favorita de los virreyes, sus mecenas. Desde el año 1680 hasta el 1688, sor Juana vivió una época de gran producción literaria, en la que abundan sus admirables sonetos, endechas, glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos, filosóficos y satíricos, numerosos romances y otras composiciones. En 1690, el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, le editó su “Carta Athenagórica (o crítica del sermón del Mandato)” en la que brilla el ingenio de sor Juana como prosista. En esta obra teológica, sor Juana discute sobre las máximas de Cristo y parece impugnar al jesuita portugués Antonio Vieira. Como consecuencia de esta publicación, Santa Cruz le dirige a sor Juana la conocida “Carta de Sor Filotea”, nombre bajo el cual se esconde, y donde le exige dejar sus escritos profanos y dedicarse a los religiosos. Justamente, célebre es su “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz ”(1691), donde hace una brillante defensa del derecho de la mujer a expresarse con toda libertad. Una polémica sobre los últimos años de su vida dividió a los sorjuanistas: unos, postulaban la tesis de su conversión; otros, atribuían su silencio final. Recientes descubrimientos parecen confirmar esta última tesis. El historiador mexicano Elías Trabulse en 1996 publicó un documento irónico, probablemente de sor Juana, “Carta de Serafina de Cristo”(1691), escrita un mes antes de la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, donde la monja revela que el verdadero personaje impugnado en su “Carta Athenagórica” es el padre Núñez. Trabulse asegura que sor Juana fue objeto de un juicio secreto, amparado por el derecho canónico. A partir de 1694 dejó de publicar sus obras, aunque siguió escribiendo, como prueban los “Enigmas”, poemas manuscritos que conforman un libro nombrado “La Casa del Placer”, recientemente publicado. Un inventario del siglo XIX encontrado en su celda, da cuenta de 15 manuscritos póstumos con poemas sagrados y profanos. Sor Juana muere el 17 de abril de 1695, mientras cuidaba a sus hermanas de la orden, a causa de una epidemia de peste que azotaba a México en esa época. Hasta 1950 se carecía de una edición completa de su obra. En 1951, Alfonso Méndez Plancarte la organizó en cuatro tomos, compilación que hoy sigue siendo la versión más acabada de la que se dispone. En 1995, la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó los facsímiles de las primeras ediciones de esta gran poetisa.