Construida en el siglo XVIII, la iglesia pasó por una gran reforma en 1870. El templo recibió una nueva fachada y adornos de colores de estilo neoclásico. Sin embargo, uno de sus aspectos más destacados fue preservado: la planta en forma de elipse, la misma característica de la Iglesia del Outeiro de la Gloria. Pequeña y delicada, la iglesia parece una joya incrustada en el centro de la ciudad: su tamaño reducido y la delicadeza de sus tallas deslumbran a visitantes y fieles. Abierta al público en 1999, después de un extenso trabajo de recuperación, la iglesia comenzó a formar parte del circuito turístico carioca, mostrando a sus visitantes la importancia de abrigar bajo el mismo techo al arte, a la fe y a la cultura.